Ansiedad y Sistema Mundo: Cuando el desequilibrio global impacta en nuestra estabilidad personal

El mundo que habitamos hoy es significativamente distinto al de hace 20, 70 o incluso 100 años. Para quienes crecimos en la década de los 80 y 90, recordamos aquellos tiempos con nostalgia, no porque estuvieran exentos de desafíos —como la crisis del hambre en África o los problemas medioambientales—, sino porque nuestra percepción de la realidad era diferente. Había una sensación de progreso colectivo, un crecimiento compartido entre las personas y el entorno.

En los últimos 15 años, el mundo ha transitado de ser “un joven explorador” lleno de posibilidades, a convertirse en un “adulto inmaduro” que asume que todo está bajo su control. En este proceso, los valores, normas e ideales se han desplazado, y muchas veces, han adquirido significados nuevos o incluso contradictorios.

Este cambio ha traído consigo un aumento en las crisis económicas, sociales y políticas, que generan una inestabilidad sin precedentes. La sensación de seguridad, que alguna vez dimos por sentada, se ha erosionado considerablemente. Vivimos con una incertidumbre constante: ¿Será suficiente nuestro dinero? ¿Podremos ofrecer a nuestros hijos un futuro estable? ¿Perderemos el trabajo? ¿Podremos pagar la hipoteca?

Estas preocupaciones no son solo individuales; reflejan la dinámica de un sistema mundial en desequilibrio. Así como lo que ocurre dentro de nosotros se proyecta hacia el exterior, las grandes crisis del mundo se manifiestan en nuestras experiencias personales. La inestabilidad global —ya sea climática, política o económica— repercute directamente en nuestra estabilidad emocional.

El resultado es un ritmo de vida frenético: trabajar sin descanso para acumular, perseguir metas inalcanzables y vivir en un estado perpetuo de ansiedad. Nos enfrentamos a un desequilibrio colectivo que no solo afecta a nuestras emociones, sino también a la sostenibilidad del propio sistema en el que vivimos.

El clima, los conflictos internacionales, las desigualdades económicas y las crisis políticas son señales de un sistema que está llegando a un punto crítico. Cuando el sistema pierde su equilibrio, nosotros, como individuos que formamos parte de él, también lo hacemos.

Por eso, es esencial tomar conciencia. Entender lo que está ocurriendo dentro de nosotros y cómo se conecta con lo que sucede a nuestro alrededor es el primer paso para buscar soluciones sostenibles. Solo reconociendo esta interdependencia podremos empezar a reconstruir un equilibrio que beneficie tanto al individuo como al Sistema Mundo.

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